La teoría literaria surgió en mi segundo año como una nueva
perspectiva de la literatura, una visión que prometía el desencanto, hostil
ante l’art pour l’art. Bajo un estudio
riguroso, un análisis lógico y una pretensión de generalidad y comprensión, de
estratificación y sistematización, la teoría pronto se convirtió en un
conjunto de dogmas, en un compendio de lúcidos estudios que me guiaron a
menospreciar ideas y opiniones. Sin embargo, tras haber tragado el Formalismo
ruso, el Estructuralismo y la Semiótica al igual que un fármaco de amargo
sabor, pude apreciar por primera vez desde un panorama distinto aquellas
obras que tanto me habían atrapado. Comprendí que gran parte de aquel ‘estremecimiento’
surgido ante la literatura podía explicarse, jerarquizarse y diseccionarse. Y
aquellos análisis no sólo se limitaban al campo de la literatura, pude ver su
aplicación en gran variedad de películas y series de televisión. Un vistazo a
la Deconstrucción, el Postestructuralismo, las teorías del género y el
psicoanálisis convirtieron aquel desencanto en una incógnita. Una búsqueda que
en adelante generaría placer, satisfacción, así como duda y desilusión.
Actualmente la teoría literaria se ha convertido en una de mis mayores
preocupaciones e intereses. Sólo superada por la filosofía y la narrativa.
Revisado.
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